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sábado, 31 de agosto de 2013

Idiosincrasia inoportuna

La imaginación, eso que todos creen tener, pocos tienen, y menos aún tienen demasiada. Por suerte o por desgracia pertenezco al tercer grupo; y es que si no se controla puede llegar a jugar malas pasadas.
Una noche cuando tenía 6 años estaba tumbado en la cama con la puerta de mi habitación abierta, el pasillo se veía oscuro, no veía lo que había, podría haber un objeto, un animal, una persona o un monstruo, un monstruo, un monstruo; esa idea rondaba mi mente más que cualquier otra. ¿Qué clase de monstruo? - me preguntaba, y al no saber contestar empecé a imaginar cómo sería, su forma, sus brazos y sus piernas, sus características, será algo que nos observa desde la sombra esperando a que durmamos, después a cara o cruz decide si guardar nuestro nombre o no. Cuando entras al aseo se enciende una voz que va diciendo nombres al azar, si el tuyo se repite dos veces contigo dentro significa que irá a por ti la siguiente noche.
Estuve dando vueltas a esa idea, sin embargo no le di importancia, hasta que mientras dormía, teniendo una pesadilla me quedé con una cara terrorífica que aparecía en ese sueño, esta cara la asocié al monstruo que creé. Desde ese momento estuve temiendo esa invención de mi imaginación. Pasaron semanas hasta que lo pude olvidar.
Si pensamos que la asociación de atributos a una creación no puede tener más trascendencia que en lo negativo estamos muy equivocados. Mi historia es simple, dramática y tristemente cierta. Asocié cualidades a un personaje, cualidades que en parte tiene, idealizándolo como lo más perfecto que puede haber y finalmente le puse cara. Tras meses de desear materializar esta utopía ilusoria, depresiones y arrepentimiento por no dar el paso y conocerlo me armé de valor para saber si este personaje es lo que mi imaginación creó... La decepción fue grande, si, y no lo puedo negar, pero el alivio que conllevó la superó con creces. 

La moraleja está clara, la asociación de cualidades me jugó una mala pasada y me alegro, recuperé la estabilidad, pude seguir con mi vida y cerré uno de los capítulos que más duros, el de la idiosincrasia inoportuna.  

Otman Amesnaou Alouat para www.miproyectoyhobbie.blogspot.com 


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